Empiezo con este texto que escribí
hace algunos días, encontrando en una tarea el motivo perfecto para expresarlo:
Un
moño discreto y una nota amorosa escrita en la primera página acompañaban a
“Juan Salvador Gaviota”, primer libro que en una Navidad me regaló mi madre;
quizá fue el encanto del moño o la impresión de las ilustraciones que en cada
página brillaban, lo que me atrapo y aún me tiene cautiva en este mundo de
letras que se significan para mí.
Leer
no ha sido cosa fácil, los cambios a los que mi edad y naturaleza humana me han
sometido, transforman continuamente la intimidad de mi relación con el libro.
Ésta, condicionada por sensaciones, pasiones y razonamientos me ha obligado a
transitar por etapas de encanto y desencanto continuamente.
Sin
embargo, cuando en mi camino el libro se ha interpuesto, he hallado una
encubierta complicidad que de entre sus páginas emerge. Silencioso y modesto,
este compañero logra con el fluir de sus palabras, que los secretos más
profundos, escondidos en mi inconsciente, irrumpan y develen respuestas que no
sólo se hacen patentes, sino que clarifican y conducen mi vida.
Podría
abundar en el tema, disertando acerca de los motivos que me han hecho lectora,
decir que gracias a este poderoso hábito mi vocabulario es ahora un poco más
amplio, que la fluidez de mis ideas se acelera a cada hoja que repaso, que mi
conciencia crítica se transforma y
fortalece, pero esos son sólo razonamientos aislados; mi argumento
responde más a la emoción y a las cargas de adrenalina que mi cerebro libera
con cada imagen que el texto evoca, provocando que las conexiones entre las
partes del todo que me conforma, se expresen y me hagan sentir viva, con todas
las repercusiones que el acto conlleva.
Concluyo
afirmando que las lecturas de vida presentes en los libros, me han
transformado. En muchas ocasiones las raíces sobre las cuales descansan mis
ideas y sueños se han tambaleado, permitiéndome día a día reconfigurarme,
replanteando mi realidad, construyendo estructuras nuevas o reconstruyendo las
establecidas. En palabras más llanas, yo no me asumiría ni sería la misma de no
ser por los libros que en el camino me han acompañado.